El 17 de agosto es la fecha que la iglesia católica dedica a Santa Beatriz de Silva, fundadora de la Orden de la Inmaculada Concepción (OIC). En esta ocasión os invitamos a reflexionar sobre una de sus virtudes más destacadas, la contemplación.
Las distintas biografías de Santa Beatriz de Silva, entre ellas la nuestra, que puedes leer aquí nos la describen como una doncella dulce y hermosa. Ella nació en la Villa de Campo Mayor, Portugal, en el seno de una familia católica. Sus padres le inculcaron el amor y devoción al misterio de la Inmaculada Concepción y su educación estuvo a cargo de frailes franciscanos, como era la costumbre entre las familias nobles de aquella época. Hablamos del siglo XV.
Se cuenta que cuando ella llegó a la Corte Castellana, causó una revolución por su extraordinaria belleza, despertando admiración, envidias y celos, incluso en la misma reina Isabel, que veía en ella a una rival sospechosa. Por esos años, recibió peticiones de matrimonio, de condes y duques, pero los rechazó e hizo voto a Dios de virginidad.
Aquí deducimos la búsqueda en ella del Absoluto, el seguimiento de Cristo como eje central de su vida. Hay una escucha en silencio, de ahí que se le conozca como la «guardiana del silencio»; por ello decide abandonar el bullicio de la corte para vivir la primera experiencia vocacional.
Santa Beatriz no dio importancia a los halagos ni a la belleza que poseía, porque había aprendido a mirar hacia dentro del corazón, había encontrado la perla preciosa y se había empeñado en no dejarla escapar. Su fuerza y valentía fueron más grandes que todo lo superficial y temporal, porque lo que ella despreciaba, otras doncellas lo deseaban.
Santa Beatriz era contemplativa
El diccionario define la contemplación como “observar atenta y detenidamente una realidad especialmente cuando es tranquila y placentera”.
En la Regla de la OIC no se menciona la palabra contemplación debido al lenguaje de la época, pero la vida contemplativa queda reflejada en muchos momentos clave que definen a la Orden con el hábito, los votos, la organización claustral, el gobierno, el oficio y el trabajo.
Según esta regla, la vida de una monja Concepcionista debe ser un reflejo de la Virgen María. A modo de ejemplo, he aquí tres de esas disposiciones en donde se nos habla sobre este tema:
- El artículo 7 dice: “Debe llevar entronizada en el corazón a la Madre de Dios como ejemplar de vida.”
- El artículo 30 explica que “María en su predestinación, hace posible que el hijo de Dios llegue a nosotros como Redentor.”
- El artículo 44 nos habla de cómo se refleja esa vida: “En el hablar, en el andar y en los gestos”.
Beatriz entendió, escuchó y supo interpretar lo que Dios quería de ella. El don de la contemplación no dependía de sí misma, fue una gracia que el Señor le quiso regalar y que puso a disponibilidad en atenta escucha, lo que la llevo a descubrir esa contemplación que nos dejó a la Orden como un proyecto de vida.

Lo que Santa Beatriz nos aporta hoy
En el mundo actual, el ser humano vive momentos de angustia, de estrés, agobio, preocupación, de saturación o pérdida laboral y de gran dependencia hacia las redes sociales, por eso hay mucho interés por buscar y encontrar aquellos lugares que ofrezcan planes de apoyo que ayuden a desconectar de todo. Estos programas tienen como objetivo poner a la persona en contacto con lo profundo del ser.
Pero cuando eso acaba y se vuelven a la rutina diaria, se retoman los mismos hábitos. No hay un aprendizaje que les lleve en mirar dentro de sí mismos y permanecer allí siguiendo la inspiración del espíritu. Esto no es fácil de alcanzar. Para ello se necesita entrenarse, trabajar día a día y tener la voluntad y paciencia de querer cambiar. Se trata de callar el cuerpo y la mente para estar delante de Dios, es decir, del silencio y contemplación.
Esto lo supo muy bien Santa Beatriz, permaneciendo treinta años con las dominicas en Toledo. Esos años son un reflejo de estabilidad emocional y espiritual. Se sabe que ella se mantuvo en silencio y contemplación permanente, pero no aislada, pues trabajaba para los más necesitados.
Ella por ejemplo tejía ropa para los más pobres. Entonces vale la pena preguntarse, ¿qué nos quería decir con ese tiempo de oración, trabajo y contemplación? Refleja armonía, unidad interior y creación buena de Dios, que la culmina años más tarde con la fundación de nuestra Orden.
La vida contemplativa está anclada en la Liturgia y es un claro ejemplo de lo que una monja concepcionista vive a diario, siguiendo la huella dejada por Santa Beatriz con su vida orante.
La contemplación concepcionista es un apostolado, una vocación peculiar, que surge en nosotras como ese secreto de amor y dulzura que guardamos para el alma, y que compartimos entre la comunidad y ofrecemos al mundo.
Os invitamos a celebrar su fiesta litúrgica y a encomendar tus intenciones a Santa Beatriz. A las comunidades Concepcionistas que deseen, les dejamos un recursos litúrgico que os puede ayudar en el celebración del día 17 de agosto que podéis descargar aquí.
Para la reflexión:
-Busca momentos y lugares que te ayuden a favorecer la mirada serena y contemplativa. -Encuentra dentro de ti esa voz interior que te llama a seguirle por la senda de la contemplación. -Da gracias a Dios por lo que te regala cada día, especialmente por la vocación a la que has sido llamada, para venerar, servir y contemplar el misterio de su Concepción Inmaculada.