María Rosa de San Antonio
Nació sor María Rosa en el seno de unos humildes padres labradores en Sombreffe, provincia de Namur (Bélgica). Ingresó al convento de Nivelles donde aprendió las primeras letras. Vivió el clima de la Revolución Francesa y su entorno era de amenazas, guerra y fragor de cañones.
Durante siete años cultiva las virtudes de la fe en un ambiente amenazador. Hacía las labores como las demás, coser, barrer, trabajar, orar y conocer cada día y con mayor profundidad a Dios.
Un “3 de octubre de 1796 – escribe sor Rosa en sus apuntes – los Recoletos de Nivelles fueron echados de su convento”. Los años posteriores fue un abrir y cerrar sus puertas. En un principio la comunidad concepcionista fue respeta por su pobreza, austeridad y atención a la enseñanza de niñas. Pero el 20 de enero de 1797, son expulsadas de forma definitiva del monasterio.
Difícil es describir el rosario de vicisitudes que vivió sor María Rosa, producto del clima antirreligioso que se vivía en Francia por esos años, producto de los que ella en particular, sufrió pobreza extrema, soledad, la dispersión de su comunidad religiosa, penurias económicas, incluyendo el engaño que casi le llevo a la expropiación de su convento y muchos más sufrimientos, que lejos de hacerla claudicar en fe, se aferró más ella, manteniendo la esperanza y su espíritu de lucha por mantenerse en la vida contemplativa.
“Con la gracia de Dios –escribió- yo seguiré fiel a las prescripciones de mi Regla. Mi supremo anhelo es vivir y morir en Concepcionista”.
La vida le permitió ver la restauración de su convento, luego de 40 años de lucha constante. En 1859, llegó a recuperar la doble integridad monástica, con un plantel espléndido de vocaciones y la unificación de todo el inmueble que antes le había sido arrebatado. Murió el 17 de julio de 1860, a los 93 años de edad.