Sor María Balbina de San José

(Manuela Balbina Rodríguez Higuera). Nació el 10 de marzo de 1886, en Madrid. Sus padres Antonio Rodríguez Josefa Higuera, fueron una familia acomodada. Se puede decir que ella tuvo una peregrinación vocacional difícil, ya que previamente había ingresado al noviciado de las Redentoristas de Vitoria, pero por motivos de salud, tuvo que abandonar el monasterio y volver a casa.

Pero su vocación persistía y una vez superada la enfermedad ingresó con 33 años a las Concepcionistas de San José, un 11 de enero de 1920, cuatro años más tarde hizo los votos perpetuos. Era muy dada a buscar los momentos de soledad, de oración y lectura.

Se dice de ella que era un alma aislada de las criaturas y recogida en extremo, muy amante del silencio. El comportamiento con los enfermos era ejemplar. Se la veía siempre extremadamente solícita y llena de cariño. Los actos de vandalismo en las iglesias y casas religiosas y sobre todo los asesinatos a religiosos que se veían en España por los años treinta, le afectaron profundamente.

Fue una gran contemplativa porque procuraba siempre mantener la presencia orante en lo cotidiano. Era de carácter fuerte pero delicado y fino para vencerse en las cosas que le costaban. Sufría al pensar en el martirio y decía que prefería que le disparan en la espalda que de frente y cuando llegó el momento de dar al Señor la prueba suprema y más creíble de amor, estuvo a la altura espiritual.

El miedo y las preocupaciones hicieron que fuera algo más comunicativa con sus compañeras de la comunidad, con quienes permaneció hasta el martirio. Al ser hermana con Sor Guadalupe y ambas naturales de Madrid, las enviaron con sus hermanos, pero ellas volvieron con las hermanas religiosas al piso donde se encontraban. Ella supo luchar con fortaleza y voluntad robusta contra las cosas que le dificultaban.

Murió a los 50 años de edad y 15 de vida religiosa.